Dr. Francisco Javier García Marco (Univ. de
Zaragoza)
Las cruces procesionales se trabajaron de forma semejante hasta el siglo XV. Un alma de
madera se cubre con dos chapas de varias piezas por el frente y el dorsal, en plata
sobredorada. Se trata de cruces latinas con un cuadrado en su centro. Los brazos tienen al
final unos medallones cuatrilobulados y terminan en forma de flor de lis. En el frente de
la cruz se clavaba un Cristo fundido, y en el dorso una virgen con el niño, que en muchas
ocasiones es del siglo XVI.
La cruz se disponía sobre un templete en forma de tor de plata hexagonal, con unos
ventanales de tracería gótica.
Por fin, las chapas se decoraban con un repujado muy leve de hojas de roble y se
contorneaban con una crestería de hojitas.
En el interior de las placas cuatrilobuladas y cuadradas los orfebres grabaron a buril
motivos iconográficos. Los de principio del siglo XV son escenas de la vida de Jesús,
desde la Anunciación a la Resurrección. Desde mediados del siglo XV se repite la misma
escena: en el cuadrado central una representación de la Santa Cena, en el medallón de la
derecha la Virgen, en el de la izquierda San Juan, en el de arriba el pelícano, y en el
inferior, Adán saliendo del sarcófago. Al dorso aparece Cristo en majestad, y en los
cuatro medallones los Evangelistas.
Los motivos de los medallones y cuadrados se decoraban con unos hermosos esmaltes
traslúcidos en verde, azul, violeta y miel, con toques negros y rojos, hoy perdidos en su
mayor parte.
Cruz procesional de Daroca
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