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    El XVII es el siglo de la gran explosión musical de Daroca, tanto por el número de
    organistas que se recogen, fruto de las numerosas iglesias y centros religiosos existentes
    con su correspondiente órgano, como por la aparición de figuras clave incluso a nivel
    nacional. 
    El primer organista que debemos destacar es Pablo Bruna (1611-1679). Ocupo este puesto
    como titular desde 1631 hasta 1679, año de su muerte. Ciego desde muy joven, llegó a ser
    considerado como el músico más insigne de su época en España. Su obra organística
    (conservada) está formada de veinte tientos, siete composiciones sobre la melodía
    hispana del himno Pangue Lingua, además de alternar con el canto de los Salmos y dos
    villancicos a cuatro voces y acompañamiento. 
    Entre sus discípulos se cuentan Paulino Martínez, Antón Crunch, sus sobrinos
    Francisco y Diego Jaraba y Bruna, que llegaron a organistas de la Capilla Real, y Pablo
    Nasarre, ciego como su tío, del que nos ocupamos seguidamente. 
    Pablo Nasarre, sobrino del anterior, es el autor de la obras Escuela Música
    según la práctica moderna y Fragmentos músicos. Reglas generales y muy
    necesarias para canto llano, canto de órgano, contrapunto y composición. Se forma
    con su tío y llega a Zaragoza, como organista en el Real Convento de San Francisco. Entre
    sus obras como organista pueden citarse un villancico ("Arde en incendio de
    amor", de 1685), tres tocatas, un tiento a cuatro y dos versos. 
    Señala J.J. Carreras (Enciclopedia aragonesa, volumen 1: folklore y música)
    que ha sido un músico maltratado por la crítica, sobre todo por los trabajos del jesuita
    Eximeno, que sometió esta tradición teórica a una crítica feroz, que incluso provocó
    que se hiciera referencia a este músico como organista de nacimiento y ciego de
    profesión. Esta visión perduró hasta el siglo XIX, llegando a la historiografía
    contemporánea con Mitjana. 
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